lunes, 3 de noviembre de 2014

Desapego

Mi padre viola a mi madre
 —yegua,
ni para ésto sirves—,
cada noche
desde hace cuarenta o cien años
contra la pared helada de la habitación
del fondo.

Al otro lado, la hiedra se seca
mientras ella escupe lágrimas y semen,
pieles de serpiente,

se hunde en los relámpagos.

Son minutos agónicos en los que
sólo nosotros cuidamos de nosotros,
una pequeña camada de animales mansos,
incapaces de escoger un camino
distinto
al reservado a los más débiles.